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Mostrando entradas de septiembre, 2015

Todo puente tiene una carta.

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Todo puente tiene una carta. Una rosa y una historia. Todo puente ha tenido una discusión, y unas cuantas lágrimas. Todo puente tiene unas uñas aferradas a los barrotes, a aquellos recuerdos que por mucho que queramos los tenemos amarrados a eso tan frío del corazón.  Y sí. Todo puente tiene una carta. Esa en la que me despido, y te cuento todo lo que te he querido. En esa en la que te inculpo de haberte ido. Así, sin más. Como siempre ocurre. Estoy harta de escribir el mismo poema con papel y letra. Siempre contando que te fuiste de la noche a la mañana, sin ninguna carta, ni rosa. Y hoy. Hoy me he levantado más débil que nunca. Con ganas de dejar a fuera todo aquello que llevado dentro desde que te fuiste. Hoy te escribo desde este puente. Hoy te escribo una carta. La carta de mi puente. Para que cuando la leas, yo ya estaré lejos. Haciendo mi vida, y sabiendo que ya no quiero tu despedida. A diferencia de ti, yo te escribo esta poesía

Somos Agua.

Y sí. Eso somos. Somos un puñado de agua. Cada uno a su manera, dulce o salada. Somos eso.  Agua. Unas simples gotas en un inmenso mar. Y como buena agua chocamos. Si chocamos, contra barcas, tierra, arena... ¿Pero qué pasa cuando chocamos contra las rocas? ¿Qué significa eso de, ''cuando el agua golpea las rocas salpica espuma''? Toda esa espuma somos nosotros. Nuestros pensamientos, nuestros problemas... Todo aquello explota. Sale al exterior. ¿Y qué? Por mucho que gritemos a los cuatro vientos todo lo que aguardamos dentro somos eso, agua. Simplemente unos conjuntos de gotas, perdidas en un mar inmenso.

Las cuatro estaciones.

¿No ves que yo te quiero más? Eres la suave primavera que recorre mi cuerpo, mis labios, mis pensamientos y locuras. Eres esa chica fría la cual nadie acepta pero si la conoces es más cálida que un 40 de mayo. Y sí. Todos tenemos nuestro otoño metido en nuestro cuerpo. Todos necesitamos caer como las hojas de los árboles y volver a las ramas cundo hayamos aprendido a volar en contra dirección. Y sí. Eres mi primavera, mi verano, mi otoño y mi invierno. Me enamoré de ti. De la manera la cual uno ama las estaciones, las flores o los copos de nieve. Y tú ahí. Siempre. Tan sencilla como de costumbre, con tus manías, tus defectos o tus virtudes. Y aquí estoy. Intentando que no descubras que cada vez que cambiamos de estación me muero por ti. Cada 21 de Marzo, de Junio, de 23 de Septiembre, cada 21 de Diciembre, y cada cambio de año. Me muero por ti. Por tus ojos verdes que reflejan tu alma arañada mezclada con un brillo que jamás había visto. Por tu cabell